quarta-feira, dezembro 12, 2007

¿Realmente está prestando atención?

¿Alguna vez perdió una gran oportunidad porque no prestó atención a lo que le decían?
Marcos gozaba de un salario adecuado, su trabajo era gratificante, vivía en una casa cómoda y tenía muchos amigos cercanos, pero un día si no hubiera prestado atención, quizá hubiera pasado por alto una muy buena noticia. Su jefe le ofreció un ascenso pero debía mudarse a otro estado. Al principio se resistió pero, con el tiempo, decidió escuchar la oferta y trasladarse.
Las responsabilidades laborales de Marcos aumentaron, su creciente reputación abrió otras puertas y empezó a tener mayor participación en las decisiones clave, además, conoció y se casó con Gabriela. Veinticinco años después, Marcos se alegra de haber prestado atención a la noticia que le compartió su jefe.
En una convención de negocios, Patricia escuchó un breve anuncio de un pr
ograma de estudios avanzados, pero por pensar en algunas preocupaciones del momento, no le dio mayor importancia. Al día siguiente, repitieron el anuncio y Patricia escuchó algo que no había notado en el primero. El programa iba a ser impartido por una de las universidades más prestigiosas del mundo. La compañía donde Patricia laboraba animaba a sus gerentes a participar en este tipo de programas, y no solo les ofrecían tiempo para estudiar sino también pagar los estudios. Patricia investigó un poco más, se matriculó y su carrera profesional dio un gran salto. «Y pensar que casi pierdo esta oportunidad por estar distraída. Eso hubiera sido una gran tragedia,» afirma Patricia.
Es probable que usted también haya escuchado alguna noticia que, al principio, parecía insignificante pero más adelante se convirtió en una oportunidad crucial. Las buenas noticias no siempre se anuncian con bombos y platillos y por eso usted podría pasarlas por alto si no capta su importancia desde el principio.
Aproximadamente hace dos mil años, hubo algunas pistas sobre una noticia de vital importancia que muchas personas pasaron por alto. Un bebé que nacía en el Medio Oriente fue aclamado por unos cuantos como el futuro rey que rescataría a su pueblo. «Buenas nuevas de gran gozo para todo el pueblo,» dijo el ángel cuando anunciaba el nacimiento de Jesús (Lucas 2.10).
La verdad es que muy pocos contemporáneos reconocieron la importancia de este nacimiento. Más tarde, sus propios seguidores mostraron numerosas evidencias sobre la identidad de este hombre y sobre todas las profecías que se habían escrito sobre su nacimiento muchos años de que ocurriera. Quizá usted no comparta la fe de estos primeros creyentes pero tal vez encuentre interesante conocer algunas de estas profecías. A continuación le comparto algunas de ellas:
Profecías que se cumplieron con el nacimiento de Jesús
Aproximadamente en el año 700 a.C., el escritor hebreo Miqueas dijo que la libertad vendría a través de un Mesías o «Ungido» e indicó que este libertador provendría de Belén. Miqueas escribió: «Pero tú, Belén, aunque eres pequeña… de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos…» (Miqueas 5.2).
Mateo, un biógrafo del siglo I, cuenta que «Jesús nació en Belén de Judea» (Mateo 2.1).
Isaías profetizó (alrededor de ese mismo año 700 a.C.) sobre una característica inusual del nacimiento del Mesías, quien nacería de una virgen. Esto fue lo que escribió: «Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Isaías 7.14).
El nombre Emmanuel significa «Dios con nosotros». Para todos los que estaban atentos a este nacimiento, este nombre indicaba que el mismo Dios estaría físicamente con los seres humanos en la forma de un niño. ¡Qué promesa más hermosa! Definitivamente esa era una muy buena noticia para todos aquellos que se sentían abandonados por Dios.
Esto fue lo que Mateo registró sobre el nacimiento de Jesús:
«Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo. José… tomó consigo a su mujer y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús» (Mateo 1.18, 24–25).
Los profetas judíos mencionaron varias pistas sobre el linaje del Mesías, quien sería descendiente de Abraham. 1400 años antes del nacimiento de Jesús, Moisés, un famoso líder judío, profetizó lo siguiente sobre el patriarca judío Abraham: «Y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra» (Génesis 22.18).
El Mesías también sería descendiente de Isaac. Moisés registró esta otra promesa: «Dios dijo a Abraham: “… Isaac será llamada tu descendencia» (Génesis 21.9). En otras palabras, alguien importante provendría de los descendientes de Abraham y, específicamente, de la línea de Isaac, uno de los dos hijos de Abraham.
El Mesías también sería descendiente de Jacob. El hijo de Abraham, Isaac, tuvo dos hijos: Jacob y Esaú. Algunos eruditos judíos creían que en otra profecía de Moisés se describía al Mesías. Moisés escribió: «una estrella saldrá de Jacob, y de un cetro se levantará de Israel» (Números 24.17).
Lucas, un médico del siglo I, expuso el linaje de Jesús a través de estos tres líderes judíos. Lucas escribió: «Jesús… hijo de Jacob; Jacob, de Isaac; Isaac, de Abraham» (Lucas 3.34)
Jesús nació en Belén, de una virgen, y provenía del linaje de Abraham, Isaac y Jacob. Las piezas del rompecabezas profético empezaba a aclarase y el resto de Su vida cumpliría con las otras profecías.
Profecías cumplidas con la vida y muerte de Jesús
A pesar de que Jesús nació en circunstancias humildes, líderes sabios viajaron largas distancias para aclamar al niño como rey y ya en sus años de juventud, los maestros se maravillaban por su sabiduría. A la edad de treinta, empezó públicamente su ministerio con el que ofrecía paz, libertad, propósito y esperanza a las masas. Su mensaje se hacía cada día más popular.
Sus enemigos tramaron hacerlo desaparecer y le pagaron a uno de sus seguidores para que lo traicionara, mientras que sus amigos más cercanos lo abandonaban. Jesús fue juzgado, acusado, sentenciado y ejecutado. Finalmente, durante su agónica ejecución exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27.46).
Muchas personas heridas se sienten abandonadas por Dios, sin embargo, el desesperado clamor de Jesús tenía una importancia añadida debido a su histórica alusión. Aproximadamente mil años antes de esta ejecución, el Rey David profetizó lo siguiente en el salmo 22: «Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza» (Salmo 22.7). «Me horadaron las manos y los pies» (22.16). «Reparten mis vestidos entre sí y sobre mi ropas echan suertes» (22.18). Los historiadores registran precisamente esa misma conducta durante la ejecución de Jesús (Mateo 27.39–44, 35; Juan 20.25). Fue como si un drama divino se desarrollara mientras moría Jesús.
Los investigadores han estudiado más de trescientas profecías que se cumplieron al pie de la letra con la vida y muerte de Jesús. Él iba a ser precedido por un mensajero que prepararía el camino de Su trabajo (Malaquías 3.1; Isaías 40.3; Mateo 3.1–2.). Entraría a la ciudad capital como un rey pero montado en un asno (Zacarías 9.9; Juan 12.15; Mateo 21.1–9). Sería traicionado por treinta piezas de plata (Zacarías 11.12; Mateo 26.15, 27.3), traspasado (Zacarías 12.10; Juan 19.34, 37), ejecutado junto a ladrones (Isaías 53.12; Mateo 27.38) y aún así, a pesar de sus heridas (Isaías 53.5; Zacarías 13.6; Mateo 27.26), ninguno de sus huesos fue quebrado (Salmo 34.20; Juan 19.33, 36).
En sus últimos momentos en la cruz, Jesús le recordó a todos los que estaban presentes que Su vida y muerte cumplían a la perfección con el plan divino establecido. Según la perspectiva bíblica, en el momento de su muerte, Jesús experimentó el equivalente a la separación eterna de Dios, que por cierto era lo que nosotros merecíamos. Sufrió la pena divina producto de todos nuestros defectos, injusticias, maldades y pecados. Luego para seguir cumpliendo con las profecías (Salmo 16.10; Hechos 2.31–32) y, obviamente, contrario a la ley natural, resucitó.
Hubo un periodo de mi vida que me autodefinía escéptico de la fe así que investigué las evidencias de la resurrección de Cristo y, para mi sorpresa, descubrí que es uno de los hechos con mayor fundamento en la historia. Para quien busca respuestas, Jesús ofrece una verdadera paz interior (Juan 14.27), perdón (Colosenses 1.14), propósito (Mateo 28.18–20) y fortaleza para disfrutar de una vida plena (Gálatas 5.22–23).
El nacimiento, la vida y la muerte de Jesús cumplieron con las profecías, las cuales muchas de ellas abarcaba detalles que iban más allá del control humano. No obstante, surge la pregunta: ¿podría ser todo esto una coincidencia? ¿Acaso las profecías podían cumplirse por pura suerte?
¿Profecías cumplidas por casualidad?
Mi buen amigo y mentor, Bob Prall, quien era el director de la Cruzada Estudiantil en Duke University cuando lo conocí, hace una distinción entre predicción y profecía usando una analogía deportiva. Los fanáticos deportivos de mi país saben que el equipo de baloncesto de esa universidad a menudo disputa el título nacional, mientras que el equipo de fútbol americano sufre incontables derrotas.
Bob explica que una predicción involucra un análisis cuidadoso de los eventos actuales para poder así adivinar algo sobre el futuro. Los analistas profesionales, científicos sociales y fanáticos intentan predecir los resultados. Pero la profecía a menudo involucra eventos y situaciones con cientos de años de diferencia o sin aparente conexión humana. Bob detalla que si alguien analiza detalladamente al equipo de fútbol americano y afirma que ganarán el campeonato nacional, ¡eso sería una profecía!
¿Acaso las trescientas profecías acerca del Mesías pudieron haberse cumplido por casualidad? Peter Stoner, un matemático estadounidense, calculó la probabilidad de que ocho de estas trescientas profecías se hicieran realidad en una sola persona. Usando cálculos razonables y conservadores, Stoner y sus estudiantes concluyeron que existía una posibilidad entre 1017 de que esas ocho profecías se cumplieran por casualidad.
Él dice que eso es como tener 1017 monedas pero solo una marcada con tinta roja. ¿Qué posibilidades habría de que una persona con los ojos vendados encontrara en el primer intento la moneda marcada?
Una en 1017, la misma probabilidad de que solo ocho de las trescientas profecías «ocurrieran» en este hombre llamado Jesús.
¿Por qué, si todas estas señales ocurrieron, no hubo más personas que prestaran más atención al nacimiento de Jesús? En ese tiempo, muchos esperaban un rey conquistador y no un modesto nacimiento. Otros quizá estaban muy ocupados en sus propios asuntos: trabajo, familia, relaciones, emociones. Quizá muchos de ellos eran como nosotros. Pero usted quizá se pregunte: «¿Qué importancia tiene todo esto para mí en esta Navidad?
Las buenas noticias de hoy
Las buenas noticias sobre Jesús es que le ofrece una oportunidad para conectarse de nuevo al amor inmutable de Dios, para hallar perdón por todo lo malo que ha hecho y para vivir por siempre con Él. Él puede ayudarlo a aceptarse como persona, a reemplazar la ansiedad por paz y a encontrar el mejor amigo de todos los tiempos.
Ahora bien, ¿por qué si estas son tan buenas noticias todavía hay gente que no presta atención? Algunas personas están tan enredadas en sus carreras o relaciones que dejan muy poco tiempo para reflexionar. Otros están cegados por su búsqueda por el dinero. Además, las crisis familiares pueden dificultar prestar atención como por ejemplo: los hijos adolescentes que están teniendo sexo y consumiendo drogas, un cónyuge que se olvida de sus votos. También, la vida occidental puede ser agotadora: la prensa sobrecargada de malas noticias, los apuros de llevar a los niños a la escuela o completar las compras, los teléfonos celulares, los localizadores, las reuniones de escuela, las prácticas de fútbol, revisar el correo electrónico, lavar la ropa, navegar por Internet. ¡Auxilio, socorro! Quizá usted podría usar parte de ese tiempo para reflexionar sobre su vida.
Todos hemos percibido algunos indicios de las buenas nuevas de Dios. Por ejemplo, hemos admirado la majestad del universo y nos hemos preguntado quién estuvo detrás de todo eso. O tal vez hemos escuchado la historia de fe de algún amigo o bien leído algún artículo que nos ha puesto a reflexionar sobre este tema.
Durante dieciocho años escuché la historia de Jesús pero no la entendí. El verano antes de entrar a la universidad, tuve muchas dudas sobre mi vida después de la muerte pero no le di más vueltas al asunto porque me parecía muy complicado. Ese mismo año conocí a unos jóvenes cristianos que reflejaban amor, gozo y entusiasmo, lo cual me llamó la atención.
Ellos me ayudaron a entender que no podía ganarme la vida eterna. En lugar de eso, necesitaba recibir el regalo gratis del perdón que Cristo me daba a través de su muerte por mis pecados y su resurrección. Ellos me explicaron que esto era «don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2.8–9). Esas eran buenas noticias para mí así que acepté su regalo de perdón y descubrí a un amigo maravilloso.
Mi vida obviamente no ha sido perfecta, he tenido luchas personales, conflictos laborales y de salud. Dios no promete una vida perfecta o sin dolor en este mundo pero sí nos ofrece una paz inusual, perdón de las culpas, propósitos primordiales y el poder interior para enfrentar cualquier lucha. Él promete que «para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien» (Efesios 8.28). Él es un amigo que nunca nos dejará (Hebreos 13.5).
¿Desea disfrutar de una Navidad llena de perdón y con un nuevo amigo? Esta es una decisión que solamente usted puede hacer. Usted sencillamente hable con Él en este mismo momento y pídale que lo perdone y que se convierta en su amigo para siempre.
Quizá haya escuchado antes estas buenas nuevas sobre Jesús pero ¿le ha prestado atención? ¿Por qué no empieza hoy?

Sobre el autorRusty Wright, escritor y orador asociado a Probe Ministries ( HYPERLINK "http://www.probe.org" www.probe.org), es un conferencista internacional, galardonado autor, periodista y columnista especializado. Es licenciado en Psicología de la Duke University y tiene una Maestría en Teología de Oxford University.

segunda-feira, dezembro 10, 2007

A Diferença que Ele Faz



“O anjo, porém, lhes disse: Não temais; eis aqui vos trago boa-nova de grande alegria, que o será para todo o povo: é que hoje vos nasceu, na cidade de Davi, o Salvador, que é Cristo, o Senhor.” Lucas 2.10,11
Há mais de dois mil anos Ele veio ao mundo. Pregou e viveu uma mensagem radical de amor e humildade que prevaleceu e floresce até hoje. Tudo que Jesus falou e fez atingiu o cerne do ser humano. Ao celebrar mais um Natal, nós, seus discípulos, afirmamos que Ele continua conosco. Emanuel! Tão real quanto há dois mil anos. Não celebramos apenas seus ensinos e seu exemplo, mas, a sua presença. O Natal continua a ser a “boa-nova de grande alegria”.
Nesses vinte e um séculos o lado mais tenebroso da humanidade não foi eliminado, é bem verdade. As guerras, a crueldade, a ganância e o sofrimento ainda são realidades presentes e odiosas. O ser humano continua em rebeldia para com o seu Criador. Insistimos em ser o centro da história, mesmo sabendo que esse não é o nosso lugar. Alguns de nós o temos usurpado para a nossa própria infelicidade. Todavia não há nada de errado com Deus e com a mensagem do evangelho de Cristo. Os cristãos e o cristianismo sim, várias vezes, têm falhado. Somos pessoas frágeis e imprecisas. Nosso valor reside nos olhos graciosos do nosso Redentor. Para termos uma visão saudável de nós mesmos é preciso que nos enxerguemos através dos olhos d’Ele.
Jesus Cristo continua a fazer muita diferença. Vidas têm sido transformadas quando compreendem e atendem a sua proposta. Pessoas são retiradas de uma rota de incertezas e infelicidades para outra de segurança e alegria genuína. Famílias são estruturadas ou restauradas a partir de valores que vão muito além das expectativas naturais do homem. A partir das suas sólidas instruções é possível discernir os rumos da nossa existência não como um jogo de sorte ou azar, mas na condição de caminhantes que sabem para onde estão indo e o que os aguarda quando chegarem lá.

Rev. Ézio Lima,
Texto adaptado de autor desconhecido